miércoles, 1 de mayo de 2013

El día que me creí más que el Gran Poder


Como siempre cuando interiormente no me encuentro bien, cuando mi cabeza mas que una cabeza es una centrifugadora de cosas que van dando vueltas dentro de ellas, cojo mi coche, me lío la manta a la cabeza y me pierdo varias horas por la ciudad encantada, por Sevilla. Como siempre esa pérdida por la capital del mundo acaba en la Basílica del que todo lo puede, en la Plaza de San Lorenzo, ante el Gran Poder.

Ayer fué uno de esos días, un día en el que todo me venía grande, un día en el que por varios motivos estaba hundido moral y psicológicamente, ayer volví a perderme por Sevilla, ¡¡¡ayy Sevilla!!!, ¿qué tendrás Sevilla, qué embrujo te envuelve que pasear por ti y admirarte tanto reconforta?. Dejé mi coche en la estación de metro de Blas Infante, dudé si coger el metro o emprender camino andando, opté por lo segundo, República Argentina arriba y empezar a caminar, tranquilo, solo, alejándome de todo, mente en blanco y sin pensar en nada, solos tú, Sevilla, y yo. Plaza de Cuba, Puente de las Delicias, Calle Pureza o lo que es lo mismo, la calle de la Esperanza, Altozano, calle Betis en donde me senté a tomar café y a ver Sevilla desde la orilla trianera con esa paz y esa tranquilidad que solo puede dar Triana. Seguí mi caminar lento y absorto por tu puente, Triana, Paseo Colón donde por un momento me senté, a un lado la paz y tranquilidad del río y de Triana, al otro el bullicio de los bares de copa y aquel aparcamiento para motos donde la pasada madrugá de Viernes Santo tuve que refugiarme de la lluvia mientras esperaba a la Esperanza. Un poco mas dubitativo que antes, volví a emprender la marcha, calle Adriano, Arfe, Postigo del Aceite, Plaza del Triunfo, barrio de Santa Cruz, Mateos Gago, Plaza Virgen de los Reyes... embrujado por tu embrujo Sevilla, Avenida de la Constitución, Sierpes, Plaza del Duque y calle Jesus del Gran Poder, a mitad de Tú calle Señor, me paré, me senté en un patinillo y dije no, dije que no iba a verte, dije que me habías fallado y me habías dejado a la deriva, que me habías abandonado, no perdí la Fe en Ti, con esa nunca podrán, pero me sentía traicionado por Ti, pensé que no eras digno de que fuera a visitarte.
Pobre de mi, pobre pecador que se puso por delante tuya Señor, ¿qué se me pasó por la cabeza para deshonrarte de esa forma?. Pensaba Señor que me apartastes de Ti, que me separabas de Tú rebaño y me dejastes solo, desorientado y sin rumbo en la vida. Que poca humildad por mi parte, pobre infeliz pensar en que me abandonastes, Tú nunca abandonas, los que no quieren pegarse a Ti se van solos, Tú nunca los echas y ayer yo me separé de Ti. Ahora se Señor que me has alejado de Ti durante unos días, pero estoy seguro que lo hicistes para que cuando vuelva me pegue a Ti con mas ganas, con mas fuerza, con la energía suficiente como para que no me vuelva a separar jamás, Tú todo lo haces por algo y si has decidido apartarme unos días para reflexionar y volver a reencontrar mi Fe plena será porque vistes que algo mal estaba haciendo.
Gracias Señor, gracias por hacerme ver que Tú estas por encima de todo y por hacer que vuelva a Tú rebaño, te prometo Señor que nunca más volveré a salirme de el y mañana, este humilde pecador que por unas horas se puso por delante tuya estará en Tú Basílica, oirá misa allí y rodeará Tú camarín para tocar y besar Tú pié, te debo esa visita.